El quid: el valor de un contacto temprano y consistente entre los niños y el lenguaje

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Los niños están listos para aprender el lenguaje desde que nacen.

Resultados de la investigación[editar | editar código]

Los niños nacen con la capacidad para aprender el lenguaje. Desde la primera vez que la madre y el niño exploran mutuamente sus caras, los niños aprenden el significado de sonreír, reír y fruncir el ceño. Las reacciones del bebé respecto a la sonrisa de sus madres y viceversa son las primeras conversaciones de una larga vida, llena de acontecimientos motivados por el lenguaje humano.

Al nacer, la estructura neurológica del cerebro del bebé aún se está organizando. Aunque el número de neuronas es enorme, éstas siguen en aumento; además, algunas células cerebrales ya están listas para emprender tareas específicas desde el nacimiento, forman nuevos enlaces que ayudan al bebé a adquirir habilidades. Cada experiencia en la vida del bebé crea un enlace entre neuronas que se fortalece con la repetición de experiencias. La información proporcionada por alguno de los padres o los educadores ayuda a los niños a organizar y a hacer relaciones en su mundo sensorial tanto como de las interacciones personales. Este tipo de enlaces se hacen más complejos con la edad y las experiencias; permiten al bebé anticiparse, interpretar, predecir, analizar, imaginar, crear y comunicarse con los demás. La capacidad de los niños para procesar, entender y expresar estas asociaciones es el resultado directo de los enlaces que el lenguaje de sus padres les ha brindado.

Los científicos afirman que hay periodos propicios en los cuales algunas habilidades pueden aprenderse con más facilidad que otras debido a la disposición neuronal. Por ejemplo, los enlaces neuronales relacionados con el uso de la vista se llevan a cabo durante los primeros cuatro meses de vida; sin embargo, otros periodos duran más tiempo. Durante estos “periodos de susceptibilidad”, algunas habilidades, como el lenguaje, se aprenden con mayor facilidad durante los primeros cinco o seis años de vida que a otra edad. Los niños aprenden mejor su lengua materna durante este periodo sensitivo y pueden aprender otras lenguas con mucho menor esfuerzo que un adulto. Los niños que aprenden diferentes idiomas en este periodo son capaces de dominarlos tan bien como su lengua materna. Para los niños no es una dificultad “confundir” la gramática, los sonidos o el vocabulario de diferentes lenguas, siempre y cuando los aprendan antes de que este periodo comience a cerrarse. Si las destrezas de lenguaje se potencian durante este periodo, los niños pueden convertirse en pensadores formales, conversadores, lectores y buenos redactores durante toda su vida.

Funciones de los padres o educadores[editar | editar código]

Gran parte de las vivencias de los padres/educadores proporcionan experiencias sensoriales enriquecedoras, la mayoría de las veces no intencionales, que estimulan el cerebro y el desarrollo del lenguaje A continuación, se enlistan dos ejemplos de muchos tipos de actividades:

Experiencias relacionadas con dar besos, hacer cosquillas con la boca en las manos o en los pies o esconderse y reaparecer para hacer reír al bebé:

  • proporcionan estimulación multisensorial: oral, táctil y visual
  • dan al bebé estimulación repetida y directa con secuencias relacionadas con “ver, oír y sentir”
  • brindan diferentes oportunidades de mostrar afecto, verbal o no verbal
  • estimulan la emisión de sonidos antes y después de una acción, y
  • dan la oportunidad a los padres de conversaciones “físicas”.

Experiencias relacionadas con lavar el pelo del bebé:

  • permiten que conceptos (tibio, mojado o espuma) y acciones (cerrar, abrir, lavar o secar) se adquieran de manera natural
  • fomentan la confianza y la cooperación entre el adulto y el niño mediante la interacción
  • posibilitan mostrar secuencias con un principio, una mitad y un final que enseñan al niño a seguir instrucciones.

Conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente (DRAE). Facultad que sirve para establecer comunicación en un entorno social, se le considera como un instrumento del pensamiento para representar, categorizar y comprender la realidad, regular la conducta propia y de alguna manera, influir en los demás.

Término utilizado, a menudo, como un saber hacer. Se suele aceptar que, por orden creciente, en primer lugar estaría la habilidad, en segundo lugar la capacidad, y la competencia se situaría a un nivel superior e integrador. Capacidad es, en principio, la aptitud para hacer algo. Todo un conjunto de verbos en infinitivo expresan capacidades (analizar, comparar, clasificar, etc.), que se manifiestan a través de determinados contenidos (analizar algo, comparar cosas, clasificar objetos, etc.). Por eso son, en gran medida, transversales, susceptibles de ser empleadas con distintos contenidos. Una competencia moviliza diferentes capacidades y diferentes contenidos en una situación. La competencia es una capacidad compleja, distinta de un saber rutinario o de mera aplicación.

Incitación o excitación para iniciar o para avivar una actividad.