Introducción

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En cada sociedad, los niños heredarán el papel social que actualmente desempeñan los adultos. Nuestros sistemas de educación tienen la tarea de preparar a los niños para esta responsabilidad final. Por lo tanto, en todo el mundo las personas buscan mejoras en la educación. Algunos buscan fortalecer sus habilidades académicas básicas y otros buscan enfocarse en el pensamiento crítico. Otros buscan promover el civismo o el carácter y otros buscan proteger a los niños de las drogas, la violencia y el alcohol. Algunos padres quieren tener un papel más relevante, mientras que otros opinan que la comunidad en general debería involucrarse.

Existen áreas de consenso creciente, según indican numerosas encuestas aplicadas a padres y líderes comunitarios. Tenemos claro lo que queremos que aprendan y sean capaces de hacer nuestros hijos, y de esta manera definimos lo que buscamos que impartan las escuelas. Queremos que los jóvenes:

  • Estén totalmente alfabetizados y sean capaces de beneficiarse y utilizar el poder de la palabra escrita y hablada en diferentes formas;
  • Entiendan las matemáticas y las ciencias en niveles que los preparen para el mundo del futuro y fortalezcan su capacidad para pensar de manera crítica, cuidadosa y creativa;
  • Tengan gran capacidad para resolver problemas;
  • Asuman la responsabilidad por su salud y su bienestar personal;
  • Desarrollen relaciones sociales efectivas tales como aprender a trabajar en equipo y aprender a relacionarse con los demás y con personas de culturas y orígenes diferentes a los propios;
  • Sean individuos comprensivos, considerados y respetuosos hacia los demás;
  • Comprendan cómo trabaja su sociedad y estén preparados para asumir los papeles que les sean necesarios para su progreso;
  • Desarrollen un buen carácter y que tomen decisiones moralmente sólidas.

Todos estos son aspectos de lo que algunos señalan como “educación integral del niño”. Educar integralmente al niño no es una idea reciente, ya que se remonta a las obras y enseñanzas de diferentes culturas antiguas. De manera que lograr el tipo de equilibrio que motiva a todos los niños a aprender, a trabajar y a contribuir con todo su potencial ha sido un reto continuo, a medida que nuestro mundo se hace más complejo y nuestras comunidades se fragmentan más. Los últimos seis puntos mencionados señalan aspectos de la educación que se consideran vinculados a la educación del carácter, al aprendizaje de servicio, al civismo y a la inteligencia emocional. Todos estos pueden expresarse en un solo término: aprendizaje socio-emocional. Y es esta forma de educación la que, unida al aprendizaje académico, proporciona a los educadores la posibilidad de alcanzar el equilibrio que los niños necesitan.

Si bien algunos pueden estar en desacuerdo con lo que se considera lo más importante, los educadores, padres, empresarios, todos aquellos que elaboran políticas sociales, administradores y maestros comparten las mismas preocupaciones. Las escuelas deben mejorar su papel de guías para que los niños se tornen en adultos alfabetos, responsables y pacíficos, eviten el uso de drogas y se preocupen por los demás.

Este reto resulta familiar para los padres de familia, los elaboradores de políticas, los administradores escolares y los profesores. La experiencia y la investigación muestran que cada elemento de este reto puede mejorar mediante una atención considerada, sostenida y sistemática en relación con las habilidades sociales y emocionales de los niños. De hecho, las escuelas de todo el mundo deben dar a los niños herramientas intelectuales y prácticas que puedan llevar consigo a los salones de clase, a sus familias y a sus comunidades. El aprendizaje socio-emocional proporciona una buena parte de ellas; además, es una forma de enseñar y organizar grupos escolares y escuelas para ayudar a los niños a que aprendan una serie de habilidades necesarias para el manejo de tareas de la vida con buenos resultados, tales como aprender, entablar relaciones, comunicarse eficazmente, ser sensibles a las necesidades de los demás y tener una buena relación con quienes los rodean. Si las escuelas implementan programas de aprendizaje socio-emocional de alta calidad de manera eficaz, el logro académico de los niños se incrementa, los problemas de conducta disminuyen y las relaciones que rodean a cada niño mejoran.

Al aprendizaje socio-emocional algunas veces se le denomina “la pieza faltante”, porque representa una parte de la educación que une el conocimiento académico a un conjunto específico de habilidades importantes para el logro escolar, familiar y comunitario en los lugares de trabajo y en la vida en general. Tal como lo han demostrado acontecimientos mundiales recientes, existe el peligro para cada uno de nosotros –local y globalmente– de que los niños crezcan con conocimientos, pero sin habilidades socio-emocionales y sin una sólida brújula moral. Una combinación del aprendizaje académico y del emocional es el verdadero estándar para una educación efectiva en el mundo de hoy y para el futuro previsible.

Término utilizado, a menudo, como un saber hacer. Se suele aceptar que, por orden creciente, en primer lugar estaría la habilidad, en segundo lugar la capacidad, y la competencia se situaría a un nivel superior e integrador. Capacidad es, en principio, la aptitud para hacer algo. Todo un conjunto de verbos en infinitivo expresan capacidades (analizar, comparar, clasificar, etc.), que se manifiestan a través de determinados contenidos (analizar algo, comparar cosas, clasificar objetos, etc.). Por eso son, en gran medida, transversales, susceptibles de ser empleadas con distintos contenidos. Una competencia moviliza diferentes capacidades y diferentes contenidos en una situación. La competencia es una capacidad compleja, distinta de un saber rutinario o de mera aplicación.

Un grupo de personas que trabajan hacia una meta común para el cual todos son mutuamente responsables.