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Firma de la paz. Fotografía: Jonatan Moller

Hacia la paz, una esperanza abiertaEditar

En 1990 se inició un largo y difícil proceso de negociaciones que seis años después condujo a la firma de la paz, el 29 de diciembre de 1996.

El deseo de tomar las armas para hacer cambios sociales no era exclusivo de Guatemala, en El Salvador y en Nicaragua también hubo levantamientos. En este último país, la guerrilla tomó el poder.

Los Estados Unidos vieron eso como amenaza y buscaron intervenir. Sin embargo, países amigos de la paz se movieron para que Centroamérica no se convirtiera en un campo de guerra. En ese contexto surgieron varias iniciativas de paz. En Guatemala, los militares se propusieron vencer militarmente, pero no pudieron eliminar a sus enemigos y tuvieron que aceptar las negociaciones de paz.

Los Acuerdos de Paz retomaron muchos temas para el desarrollo del país. En ellos se planteaba la necesidad de fortalecer al Estado para que actuara en función del beneficio de la población, lograr que se cumplieran las leyes, que hubiera una democracia que funcionara, que se compensara a las víctimas de la guerra, que se conociera la verdad de lo sucedido, que se produjera un desarrollo agrario y que se reconocieran los derechos de los pueblos indígenas.

Sin embargo, muchos no apoyaron estos acuerdos y los gobiernos no los cumplieron a cabalidad.

¿Qué hemos aprendido?Editar

 
Concentración por la firma de la Paz. Fotografía: Ricardo Ramírez Arriola.

El conflicto dejó muchas lecciones para las nuevas generaciones.

Una guerra es muy costosa. Nos obliga a pensar en construir convivencia, apoyándonos en el diálogo y la negociación.

La guerra es un acto de destrucción donde se usan muchas maneras para hacer daño al contrincante.

Cuando uno de los rivales ve a la población como su enemiga, termina por hacer actos terribles y destruye las formas de vida de la población.

Cuando no se permite que la gente participe y opine libremente sobre las cosas que pasan en el país y se les restringen sus derechos y beneficios, la población se ve obligada a exigirlos.

Esa exigencia puede llevar a la violencia, que se sabe cómo comienza pero cuando se desarrollan tienen duras consecuencias.

El conflicto armado afectó a muchísima gente y dejó heridas abiertas entre los que sufrieron persecución, destrucción de sus bienes, muerte de sus allegados. Sus vidas cambiaron totalmente. También afectó a quienes estuvieron más alejados de los hechos. La guerra dejó desconfianza y poca esperanza para el futuro.

Pero también la idea de que los problemas pueden solucionarse por la vía del diálogo y la negociación.

Sin embargo para que eso funcione requiere que lo acordado se cumpla.

¿Qué más podemos aprender de nuestra historia reciente?