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El programa Abriendo Oportunidades requiere que la comunidad, por medio de sus líderes y lideresas, ofrezca un espacio para los encuentros de las niñas y jóvenes. Además de que cuenten con un lugar estable para reunirse, esto se hace con el propósito de que empiece a reconocerse la existencia de las niñas y jóvenes, la importancia de que se formen y el derecho que tienen de hacerlo. Los espacios seguros generalmente suelen concretarse en salones comunales, aulas de escuelas, centros de convergencia y a veces espacios dentro de la casa de algún líder o lideresa de la comunidad. La sensación de seguridad de las niñas y jóvenes está constituido por varios elementos; entre ellos la disposición física, el entorno, y la accesibilidad del lugar en el que se realizan los encuentros; pero está fuertemente determinada también por la relación entre quienes le ocupan. Tiene que ver con el sentimiento de “seguridad” de las niñas y jóvenes.

Las participantes estarán explorando temas nuevos, reflexionando sobre su vida como nunca antes y recibiendo información novedosa. Es posible que algunos de los temas provoquen miedos, vergüenza, emociones fuertes, sorpresas, y momentos de vulnerabilidad. Las agrupaciones de niñas se usan como base para educar y promover el derecho a la seguridad, y brindar los recursos y la ayuda que las niñas y las jóvenes mujeres necesitan para terminar con la violencia en sus hogares y comunidades.[1] Se enfrentarán consigo mismas y en algunos casos con la tradición de su comunidad que posiblemente nunca ha cuestionado antes. Para aprender es importante que tengan la oportunidad de equivocarse, de ser auténticas, de comunicarse a profundidad. Por lo anterior es crítico fomentar un ambiente seguro donde las participantes se sientan que pueden comunicarse sin ser juzgadas. Para asegurarse que el grupo de participantes se mantenga es preciso crear un ambiente de confianza, de seguridad y de familiaridad en el que se sientan a gusto. A lo largo de las sesiones se sugieren actividades de convivencia y de comunicación junto a muchos juegos y dinámicas.

Para muchas de las participantes la convivencia con tantas otras niñas y jóvenes fuera de su familia puede ser nueva. El espacio seguro ofrece la oportunidad de fomentar la sororidad; que las niñas se relacionen en base a los puntos que les unen para generar apoyo. Implica reconocer que como mujeres se comparten dificultades de la vida, que limitan las posibilidades de cada integrante del grupo y al grupo en conjunto. Invita a dejar la competencia y compartir, comunicar para echar andar estrategias que permitan sobreponerse a las limitantes impuestas. Esta forma de relacionarse puede trascender del espacio seguro hacia la relación de todas las mujeres en la comunidad y fuera de ella. Invita a reconocer en cada mujer, en cada joven, en cada niña a una amiga aliada con la que se puede tener confianza, apoyo y solidaridad. En estos lugares, las niñas (...) gozan de mayor autonomía y movilidad en la comunidad (...) Desarrollan habilidades profesionales y de liderazgo, y planes más ambiciosos para su educación y sus vidas, lo que genera más respeto por parte de sus propias familias y comunidades.[1]

NotasEditar

  1. 1,0 1,1 Catino, Colom, & Ruiz, Preparación de las niñas mayas para mejorar su calidad de vida, 2011

Término introducido por Le Boterf, entendido como los conocimientos, procedimientos y actitudes que es preciso emplear para resolver una situación. Unos son recursos internos, que posee la persona, tales como conocimientos, procedimientos y actitudes

Espacio vital en el que se desarrolla el ser humano. Conjunto de estímulos que condicionan al ser humano desde el momento mismo de su concepción.