Actividades de práctica y aplicación

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Los estudiantes necesitan suficientes oportunidades para practicar y aplicar lo que aprenden, y para recibir retroalimentación.

Resultados de investigaciónEditar

Son tres las maneras en que los maestros ayudan a los estudiantes a aprender. Primera, presentan información, explican conceptos y promueven el desarrollo de habilidades. Segunda, hacen preguntas y generan debates y otro tipo de disertaciones entre los estudiantes alrededor de contenidos específicos. Tercera, involucran a sus estudiantes en actividades o tareas que les den la oportunidad de practicar o aplicar lo que acaban de aprender. La investigación indica que las actividades que se practican hasta conseguir niveles de fluidez y automaticidad tienden a ser retenidas indefinidamente, mientras que las habilidades que son dominadas sólo parcialmente tienden a olvidarse. La mayoría de las habilidades que se adquieren en la escuela se aprenden mejor cuando las prácticas se distribuyen a lo largo de más tiempo, se revisan ocasionalmente y se da a los estudiantes la oportunidad de realizarlas en variedad de tareas y contextos.

En el aulaEditar

La práctica es uno de los aspectos más importantes aunque menos apreciados del aprendizaje dentro de las aulas. Para ejecutar conductas simples, como pronunciar palabras, poca o ninguna práctica puede ser necesaria, pero ésta se vuelve más importante a medida que el aprendizaje se torna más complejo. La práctica exitosa consiste en pulir habilidades ya establecidas en niveles anteriores, para hacerlas más fluidas, eficaces y automáticas, y no en tratar de establecer tales habilidades mediante ensayo y error.

Deben disminuirse al mínimo ciertas actividades, como llenar hojas de trabajo, resolver páginas con problemas matemáticos y otras tareas que obligan a la memorización o a la práctica de sub-habilidades de forma aislada del resto del currículo. En su lugar, conviene que la práctica se desarrolle en contextos de aplicación que requieren el entendimiento conceptual del conocimiento y la aplicación autorregulada de las habilidades. Así, la mayor parte de la práctica de las habilidades de lectura debe incluir lecciones que involucren la lectura y la interpretación de textos extensos; la práctica de habilidades de escritura consiste en actividades de redacción y la de las habilidades matemáticas en aplicaciones para la solución de problemas.

La oportunidad de aprender en la escuela puede extenderse al hogar a través de la asignación de tareas, factibles por su extensión y dificultad, que brinden a los estudiantes la capacidad de trabajar independientemente. Para asegurarse que los estudiantes sepan qué hacer, el maestro puede iniciar con los alumnos la actividad en la clase y pedirles que la terminen en casa. Debería establecerse un sistema de seguimiento para garantizar que los estudiantes terminen sus tareas, y el trabajo debería ser revisado al día siguiente.

Para que la práctica resulte de utilidad ha de brindar la oportunidad no sólo de aplicar habilidades sino también de recibir retroalimentación oportuna. Ésta, más que una actividad de evaluación, habrá de ser informativa y ayudar a los estudiantes a valorar sus progresos con respecto a las metas importantes, por una parte, y a entender y corregir sus errores o confusiones conceptuales, por otra. Cuando los maestros no puedan verificar los avances y efectuar la retroalimentación, deberán procurar que los estudiantes trabajen en tareas que sean retroalimentadas mediante la consulta de guías de estudio, propuestas, hojas de respuestas, o bien designar compañeros que funjan como tutores o consultores.

ReferenciasEditar

Brophy, J. (1983). «Classroom organization and management». The elementary school journal (Chicago, IL), vol. 83, p. 265-85.

Cooper, H. (1994). The battle over homework: an administrator’s guide to setting sound and effective policies. Thousand Oaks, CA, Corwin.

Dempster, F. (1991). Synthesis of research on reviews and tests. Educational leadership (Alexandria, VA), vol. 48, núm. 7, p. 71-76.

Knapp (1995). Knapp, M. (1995). Teaching for meaning in high-poverty classrooms. New York, Teachers College Press.

(En lectura). Capacidad de leer un texto con entonación, ritmo, precisión y velocidad adecuada. El propósito de desarrollar la fluidez es lograr que la decodificación sea automática, para facilitar la comprensión.

(En escritura). Se refiere a la automatización de los movimientos de escritura. Si el estudiante escribe con fluidez puede concentrarse en la producción de textos.

Conjunto de experiencias, planificadas o no, que tienen lugar en los centros educativos como posibilidad de aprendizaje del alumnado. Una perspectiva tradicional acentúa el carácter de plan (con elementos como objetivos, contenidos, metodología y evaluación), frente a un enfoque práctico que destaca las experiencias vividas en el proceso educativo.

Proceso mecánico mediante el cual se aprende a representar palabras y oraciones con la claridad necesaria para que puedan ser leídas por alguien que tenga el mismo código lingüístico. La escritura es la representación gráfica de nuestro lenguaje.

Término utilizado, a menudo, como un saber hacer. Se suele aceptar que, por orden creciente, en primer lugar estaría la habilidad, en segundo lugar la capacidad, y la competencia se situaría a un nivel superior e integrador. Capacidad es, en principio, la aptitud para hacer algo. Todo un conjunto de verbos en infinitivo expresan capacidades (analizar, comparar, clasificar, etc.), que se manifiestan a través de determinados contenidos (analizar algo, comparar cosas, clasificar objetos, etc.). Por eso son, en gran medida, transversales, susceptibles de ser empleadas con distintos contenidos. Una competencia moviliza diferentes capacidades y diferentes contenidos en una situación. La competencia es una capacidad compleja, distinta de un saber rutinario o de mera aplicación.

Indicadores de éxito de un plan escrito en forma específica.