Introducción y preguntas orientadoras

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Introducción[editar | editar código]

Son muchas las propuestas que se han hecho en los últimos años en relación a la “Educación del siglo XXI”, una época caracterizada por la rápida transformación de las tecnologías y por ende las formas de comunicación así como en los trabajos tradicionales y los desempeños que estos requerían. En nuestra sociedad, estas propuestas se combinan con las preocupaciones acerca del acceso a la educación como aspecto central de la justicia social y como herramienta para la reducción de la pobreza.

Lo anterior implica que las prácticas tradicionales de enseñanza  aprendizaje no son suficientes o sencillamente ya no responden a la realidad actual. De hecho, muchas de ellas se han demostrado contraproducentes.

Considerando que las personas con acceso a las tecnologías de la comunicación ya poseen acceso a una gran cantidad de información, en muchos casos contradictoria, se plantea que más que transmitir información, la práctica pedagógica debe brindar herramientas para hacer sentido de la información existente, desarrollar criterios sobre lo que es válido o no, lo que puede ser considerado certero o no. El brindar estrategias y herramientas que impacten en la forma de pensar generando un interés genuino por el cuestionamiento, la participación y la construcción colectiva, algo que tiene impacto en la práctica democrática.

En este contexto, el pensamiento crítico y el desarrollo de disposiciones de pensamiento como la reflexión, el análisis, la síntesis, la capacidad de identificar perspectivas, el cuestionamiento, la metacognición y la autorregulación son determinantes.

Esta serie de videos se basa en diversas propuestas educativas cuyo enfoque central es el desarrollo del buen pensamiento como base fundamental de toda práctica de enseñanza  aprendizaje. Te invitamos a explorarla con tus estudiantes de nivel medio y diversificado, haciendo conexiones con las competencias y los contenidos curriculares, principalmente aquellos que tienen que ver con el acceso a la información, metodología de investigación, relaciones sociales, democracia y ciudadanía.

Educación y razonamiento[editar | editar código]

Referirse al pensamiento crítico en Guatemala sigue siendo complicado pues si bien muchos reconocen su importancia, el término también acarrea un lastre que ha generado prejuicio por asociársele a la mera crítica, al estar en contra, a la rebeldía sin causa. Sin embargo, esa visión también es el resultado de un pensamiento conformista que se fue generalizando y que castigó por mucho tiempo a los “inconformes”. Lo sintetiza así TorresRivas (2009: 21): “Sin fuerza subversiva, es decir, sin perspectiva de poder, el desafío frente al orden se convierte en su aceptación. Sin poder de subversión, la crisis del pensamiento crítico se confunde con el pensamiento único”.

El pensamiento crítico tiene que ver con la capacidad de desempeñarse en diferentes instancias de la vida contando con criterios para determinar la validez y confiabilidad de la información, a partir de su relación con la realidad y lo que es éticamente correcto, y de las decisiones y acciones que parten de ello. Llegar a tener un pensamiento crítico va más allá de la transmisión de saberes, normas o principios para pensar. Más bien, se aprende a pensar pensando. 

Lo anterior ha sido confirmado por la ciencia. No sólo se experimenta en el proceso de automatizar un aprendizaje sino que también existen investigaciones que demuestran que los aprendizajes significativos están ligados a la formación de patrones cerebrales sólidos, los cuales solo se forman por medio de la repetición, la práctica o el hábito[3]. Esto sucede principalmente con la manera como el ser humano desarrolla su carácter y con ello disposiciones de pensamiento. Solo cuando el pensamiento crítico se convierte en una característica de los estudiantes, éstos serán capaces de comprender lo que significa conocer y comprometerse con un proceso colectivo y continuo de construcción de conocimiento y búsqueda de certezas.

Como señala Freire[2]p. 47, “saber enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción y construcción”. Sólo siendo pensadores críticos los estudiantes podrán desempeñarse flexiblemente, tomando las decisiones adecuadas según las demandas de las circunstancias, no importando que tan complejas; tendrán la capacidad de relacionarse con otros valorando sus aportes y entendiendo las diferencias como riqueza; y podrán construirse como personas, desarrollar una identidad realmente propia, libre de dogmas y manipulación, autónoma y libre. Este proceso también podría hacer posible el logro y superación de una pedagogía del oprimido como la propusiera Freire[4] p. 45: “La pedagogía del oprimido como pedagogía humanista y liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero en el cual los oprimidos van descubriendo en la praxis con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”.

Hablar de pensamiento crítico, entonces, implica hablar de liberación y de cambio, a lo que se refiere Torres[5] cuando habla de la necesidad de que la educación le permita a los estudiantes pasar de adecuarse al cambio a incidir sobre el cambio. “Hoy más que nunca la educación debe recuperar su potencial transformador y preparar a las personas y a las comunidades para anticipar el cambio, controlarlo y orientarlo hacia la construcción de otro mundo posible en el que prevalezcan la justicia, la dignidad, la democracia y la paz.” (p. 104). El pensamiento crítico “postula una afirmación, la afirmación del derecho de pensar a partir de la propia experiencia en lugar de adaptar, a las circunstancias de la periferia, las maestrías de los maestros del centro” (Mignolo[6] p. 8).

Más allá que ser procesadores de información, los seres humanos han sido dotados de la razón y de la capacidad de replantearse su realidad misma. En un mundo donde la globalización y el bombardeo de información parecen empezar a sustituir la confianza en la razón; donde el sistema económico ha llegado a justificar el desgaste de los recursos naturales poniendo en riesgo la vida misma en el planeta –mientras que en el país la polarización y la injusticia social parece acentuarse– más que saber buscar información se necesita generarla y con ello dar lugar, en las palabras de RiveraCusicanqui[7], a actos de sabiduría. En esa sabiduría podría radicar la prosperidad de las sociedades.

Término utilizado, a menudo, como un saber hacer. Se suele aceptar que, por orden creciente, en primer lugar estaría la habilidad, en segundo lugar la capacidad, y la competencia se situaría a un nivel superior e integrador. Capacidad es, en principio, la aptitud para hacer algo. Todo un conjunto de verbos en infinitivo expresan capacidades (analizar, comparar, clasificar, etc.), que se manifiestan a través de determinados contenidos (analizar algo, comparar cosas, clasificar objetos, etc.). Por eso son, en gran medida, transversales, susceptibles de ser empleadas con distintos contenidos. Una competencia moviliza diferentes capacidades y diferentes contenidos en una situación. La competencia es una capacidad compleja, distinta de un saber rutinario o de mera aplicación.

En sentido descriptivo, el estado legal que garantiza la pertenencia a una comunidad política o nación. Como tal, garantiza un conjunto de derechos y deberes para los miembros reconocidos como ciudadanos. Además, en sentido normativo, que es el que más importa educativamente, la ciudadanía implica la condición de participar activamente en los asuntos públicos, de modo autónomo y asumiendo las responsabilidades que le correspondan. Un ciudadano es alguien que pertenece plenamente a su comunidad, que tiene en virtud de ello ciertos derechos y los correspondientes deberes, y que participa activamente en la vida pública. Estatus legal que otorga un conjunto de derechos y deberes, pertenencia a una comunidad con una identidad propia y capacidad para participar son, pues, tres caracteres que definen una concepción actual de “ciudadanía”.

Las “promesas” que los miembros de un equipo hacen uno al otro sobre su comportamiento.

En la teoría del aprendizaje significativo, la persona que aprende –aprendiz– es el centro del proceso, el que construye su propio aprendizaje al atribuirle significado a lo que aprende.

Término introducido por Le Boterf, entendido como los conocimientos, procedimientos y actitudes que es preciso emplear para resolver una situación. Unos son recursos internos, que posee la persona, tales como conocimientos, procedimientos y actitudes