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Estas litografías, que luego he vuelto a encontrar en el colegio, han sido la pesadilla de mi vida. Todas eran de colores chillones y representaban pasajes bíblicos. Yo no los recuerdo todos, pero tengo, allá en los senos recónditos de la memoria, la imagen de un anciano de barbas blancas que asoma, encima de un monte, por entre nubes y le entrega a otro anciano dos tablas formidables, llenas de garabatos, largas y con las puntas superiores redondas. Yo me quedaba solo en la escuela; entonces el maestro me llevaba, pasando por los claustros y por el patio, a sus habitaciones. Ya aquí, entrábamos en el comedor, y durante una hora, este maestro feroz me hacía deletrear con una insistencia bárbara.
 
Estas litografías, que luego he vuelto a encontrar en el colegio, han sido la pesadilla de mi vida. Todas eran de colores chillones y representaban pasajes bíblicos. Yo no los recuerdo todos, pero tengo, allá en los senos recónditos de la memoria, la imagen de un anciano de barbas blancas que asoma, encima de un monte, por entre nubes y le entrega a otro anciano dos tablas formidables, llenas de garabatos, largas y con las puntas superiores redondas. Yo me quedaba solo en la escuela; entonces el maestro me llevaba, pasando por los claustros y por el patio, a sus habitaciones. Ya aquí, entrábamos en el comedor, y durante una hora, este maestro feroz me hacía deletrear con una insistencia bárbara.
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Yo siento aún su aliento a tabaco y percibo el rascar, a intervalos, de su bigote cerdoso. Deletreaba una página, me hacía volver atrás; volvíamos a avanzar, volvíamos a retroceder; se indignaba de mi necedad; exclamaba a grandes voces: ¡Que no! ¡Que no! Y al fin yo, rendido, anonadado, oprimido, rompía en un largo y amargo llanto...
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Yo siento aún su aliento a tabaco y percibo el rascar, a intervalos, de su bigote cerdoso. Deletreaba una página, me hacía volver atrás; volvíamos a avanzar, volvíamos a retroceder; se indignaba de mi necedad; exclamaba a grandes voces: "¡Que no! ¡Que no!" Y al fin yo, rendido, anonadado, oprimido, rompía en un largo y amargo llanto...
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Y entonces él cesaba de hacerme deletrear y decía moviendo la cabeza: “Yo no sé lo que tiene este chico.
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Y entonces él cesaba de hacerme deletrear y decía moviendo la cabeza: "Yo no sé lo que tiene este chico".
 
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