Cambios

Busca en cnbGuatemala con Google

Línea 7: Línea 7:  
Los estudiantes deciden la cantidad de esfuerzo que dedicarán al aprendizaje basándose en el concepto que tienen de sí mismos y de sus capacidades, así como de sus conceptos de esfuerzo. Los niños pequeños sobrevaloran o subestiman de manera importante su propio desempeño; incluso pueden considerarse a sí mismos entre los mejores de la clase, aunque su desempeño esté muy por debajo de la calificación aprobatoria. Los niños tienen una teoría bastante inocente respecto al esfuerzo. Piensan que por querer algo con todas sus fuerzas y poner todo su empeño en conseguirlo, serán valorados por su esfuerzo. Piensan que tienen el control de la situación de aprendizaje, por lo que sus expectativas de logro siguen siendo altas a pesar de una repetición de fracasos. Su concepto de esfuerzo como el factor más importante de sus logros y fracasos es un fuerte motivador para seguir practicando.  
 
Los estudiantes deciden la cantidad de esfuerzo que dedicarán al aprendizaje basándose en el concepto que tienen de sí mismos y de sus capacidades, así como de sus conceptos de esfuerzo. Los niños pequeños sobrevaloran o subestiman de manera importante su propio desempeño; incluso pueden considerarse a sí mismos entre los mejores de la clase, aunque su desempeño esté muy por debajo de la calificación aprobatoria. Los niños tienen una teoría bastante inocente respecto al esfuerzo. Piensan que por querer algo con todas sus fuerzas y poner todo su empeño en conseguirlo, serán valorados por su esfuerzo. Piensan que tienen el control de la situación de aprendizaje, por lo que sus expectativas de logro siguen siendo altas a pesar de una repetición de fracasos. Su concepto de esfuerzo como el factor más importante de sus logros y fracasos es un fuerte motivador para seguir practicando.  
   −
Sin embargo, a medida que los estudiantes crecen, el mensaje que reciben de sus padres y maestros cambia poco a poco, pues le dan más importancia a su capacidad que a su propio esfuerzo, como una mejor fuente de logro o fracaso. Los niños aprenden a tomar en cuenta sus experiencias reales y la retroalimentación evaluatoria de los demás. Les gusta compararse socialmente con sus compañeros, lo que implica que sus de confianza en su habilidad para una asignatura específica cada vez son más exactas y realistas. Al mismo tiempo, establecen una relación entre estas creeencias y su incipiente teoría del esfuerzo.  
+
Sin embargo, a medida que los estudiantes crecen, el mensaje que reciben de sus padres y maestros cambia poco a poco, pues le dan más importancia a su capacidad que a su propio esfuerzo, como una mejor fuente de logro o fracaso. Los niños aprenden a tomar en cuenta sus experiencias reales y la retroalimentación evaluatoria de los demás. Les gusta compararse socialmente con sus compañeros, lo que implica que sus márgenes de confianza en su habilidad para una asignatura específica cada vez son más exactas y realistas. Al mismo tiempo, establecen una relación entre estas creeencias y su incipiente teoría del esfuerzo.  
    
A la edad de nueve años, los niños parecen haber perdido la confianza en el esfuerzo, entendido como la única fuente de logro. El resultado de la investigación es claro: las creencias acerca de la confianza en la habilidad en una asignatura específica influyen en el esfuerzo invertido y no a la inversa. Los estudiantes como Stefano, que creen que son buenos en matemáticas, están dispuestos a esforzarse más por adquirir habilidades en esa asignatura, aunque no necesariamente empleen un esfuerzo más visible. Su compromiso hacia las tareas es fundamentalmente diferente del de los estudiantes que se consideran faltos de rendimiento. De manera más específica, estos estudiantes utilizan estrategias cognitivas adecuadas que producen buenos resultados. Los estudiantes como Sandra, que piensan que sus habilidades en matemáticas son deficientes, pueden invertir esfuerzos en dicha asignatura. Sin embargo, llevan a cabo muchas cosas inútiles, como sentarse frente a sus libros y suspirar, copiar muchos ejercicios o releer varias páginas. Este tipo de esfuerzo crea ansiedad, frustración y produce un desempeño precario. La investigación ha demostrado que los maestros pueden preparar a sus alumnos en el desarrollo de creencias de esfuerzo. Curiosamente, los maestros que preparan a sus alumnos para el esfuerzo, obtienen como recompensa una motivación intrínseca mayor.
 
A la edad de nueve años, los niños parecen haber perdido la confianza en el esfuerzo, entendido como la única fuente de logro. El resultado de la investigación es claro: las creencias acerca de la confianza en la habilidad en una asignatura específica influyen en el esfuerzo invertido y no a la inversa. Los estudiantes como Stefano, que creen que son buenos en matemáticas, están dispuestos a esforzarse más por adquirir habilidades en esa asignatura, aunque no necesariamente empleen un esfuerzo más visible. Su compromiso hacia las tareas es fundamentalmente diferente del de los estudiantes que se consideran faltos de rendimiento. De manera más específica, estos estudiantes utilizan estrategias cognitivas adecuadas que producen buenos resultados. Los estudiantes como Sandra, que piensan que sus habilidades en matemáticas son deficientes, pueden invertir esfuerzos en dicha asignatura. Sin embargo, llevan a cabo muchas cosas inútiles, como sentarse frente a sus libros y suspirar, copiar muchos ejercicios o releer varias páginas. Este tipo de esfuerzo crea ansiedad, frustración y produce un desempeño precario. La investigación ha demostrado que los maestros pueden preparar a sus alumnos en el desarrollo de creencias de esfuerzo. Curiosamente, los maestros que preparan a sus alumnos para el esfuerzo, obtienen como recompensa una motivación intrínseca mayor.