Sección II. Reflexión inicial

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1. Lean en voz alta el siguiente texto, mientras todos siguen la lectura con la vista.

La escuela
Azorín

Estos primeros tiempos de mi infancia, aparecen entre mis recuerdos un poco confusos, caóticos, como cosas vividas en otra existencia, en un lejano planeta. ¿Cómo iba yo a la escuela? ¿Por dónde iba? ¿Qué emociones experimentaba al entrar? ¿Qué emociones sentía al verme fuera de las cuatro paredes hórridas? No miento si digo que aquellas emociones debían ser de pena, y que éstas debían serlo de alegría. Porque este maestro que me inculcó las primeras luces era un hombre seco, alto, huesudo, áspero de condición, brusco de palabras, con unos bigotes cerdosos, lacios, que yo sentía raspear en mis mejillas cuando se inclinaba sobre el libro para adoctrinarme con más ahínco. Y digo ahínco, porque yo – como hijo del alcalde – recibía todos los días una lección especial. Y esto es lo que, aún ahora, trae a mi espíritu un sabor de amargura y de enojo.

Cuando todos los chicos se habían marchado, yo me quedaba solo en la escuela... La escuela se levantaba a un lado del pueblo, a vista de la huerta y de las redondas colinas que destacan suaves en el azul luminoso; tenía delante un pequeño jardín con acacias amarillentas y ringleras de evónimus.

El edificio había sido convento de franciscanos; el salón de la escuela era largo, de altísimo techo, con largos bancos, con un macilento Cristo; bajo dosel morado, con un inmenso mapa cuajado de líneas misteriosas, con litografías en las paredes.

Estas litografías, que luego he vuelto a encontrar en el colegio, han sido la pesadilla de mi vida. Todas eran de colores chillones y representaban pasajes bíblicos. Yo no los recuerdo todos, pero tengo, allá en los senos recónditos de la memoria, la imagen de un anciano de barbas blancas que asoma, encima de un monte, por entre nubes y le entrega a otro anciano dos tablas formidables, llenas de garabatos, largas y con las puntas superiores redondas. Yo me quedaba solo en la escuela; entonces el maestro me llevaba, pasando por los claustros y por el patio, a sus habitaciones. Ya aquí, entrábamos en el comedor, y durante una hora, este maestro feroz me hacía deletrear con una insistencia bárbara.

Yo siento aún su aliento a tabaco y percibo el rascar, a intervalos, de su bigote cerdoso. Deletreaba una página, me hacía volver atrás; volvíamos a avanzar, volvíamos a retroceder; se indignaba de mi necedad; exclamaba a grandes voces: "¡Que no! ¡Que no!" Y al fin yo, rendido, anonadado, oprimido, rompía en un largo y amargo llanto...

Y entonces él cesaba de hacerme deletrear y decía moviendo la cabeza: "Yo no sé lo que tiene este chico".

2. Reflexionen y comenten:

  • ¿Qué sensación producía el edificio escolar en el niño?
  • ¿Era realmente el edificio el que desagradaba al niño o el ambiente que creaba el maestro?
  • ¿Cómo describe el narrador al maestro?
  • ¿Cómo se sentía el niño en la escuela?
  • ¿Creen que el maestro pensaba que hacía lo correcto al tratar al niño con tanta rigidez?
  • ¿Le hubiera gustado al maestro conocer los sentimientos que había provocado en el niño? ¿Cómo se habría sentido?

3. Describan y comenten:

  • ¿Cómo debe ser el ambiente físico y afectivo de la escuela?
  • ¿Qué pueden hacer ustedes para mejorar el ambiente físico y afectivo de su escuela?

4. Al finalizar, toman un momento para recordar y comentan brevemente:

  • ¿Cuál es su mejor recuerdo del primer año que asistió a la escuela?
  • ¿Cuál es su peor recuerdo de ese primer año?
  • ¿Cuál creen que es el peor recuerdo que se llevan sus alumnos y alumnas de este año que finalizó?
  • ¿Cuál creen que es el mejor recuerdo que se llevan sus alumnos y alumnas de este año?
  • ¿Cómo les gustaría que los recuerden sus alumnos y alumnas?

5. Objetivo personal: ¿Qué metas se proponen para el año entrante? ¿Cómo piensan lograrlo?

  • En rectángulos de cartulina, los docentes escribirán sus propósitos para el año entrante.
  • Al terminar, los leerán y colocarán en la pared (o en un pliego de papel) formando una escalera, al final de la cual estará su meta definida.

6. Objetivo de la capacitación:

  • ¿Qué espera de esta capacitación?
  • ¿Cómo puede este taller ayudarle a alcanzar su objetivo personal como maestro o maestra?
  • Pida que cada uno defina los objetivos para el taller.
  • En el grupo, los compartirán y llegarán a acuerdos para presentarlos como grupo.
  • Escribirán los objetivos en cartulinas cortadas como pétalos de flor.
  • Pasarán a presentarlos a los demás compañeros y compañeras y los pegarán en la pared, formando la flor. En el centro pondrán el nombre del grupo.

Espacio vital en el que se desarrolla el ser humano. Conjunto de estímulos que condicionan al ser humano desde el momento mismo de su concepción.

Indicadores de éxito de un plan escrito en forma específica.