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{{Antología de cuentos
|idioma=español
|tipo=Narrativo
|tamaño=30px
|autor=Rosario Gómez Pérez
|lugar=Olintepeque, Quetzaltenango
|texto=F austino era un hombre muy rico, que tenía muchas bolsas de oro. Un día decidió viajar a un pueblo cercano. Antes de irse dejó recomendado el oro con un vecino, a quien le tenía mucha confianza.

Al regresar del viaje, Faustino le pidió el oro a su vecino. El vecino le contó, muy preocupado, que lo había escondido debajo de su casa, pero que había desaparecido. El vecino le dijo que, al buscarlo, se dio cuenta que la tierra se había hundido y se había formado un gran agujero. Cuando se acercó al agujero vio que varios ratones estaban comiéndose el oro.

Faustino se sorprendió con la historia que el vecino le contó. Luego le dijo: ¡No te preocupes! y se retiró lentamente. Cuando iba saliendo, vio un hermoso caballo blanco y decidió llevárselo sin que el vecino se diera cuenta.

Al día siguiente, el vecino no encontró a su caballo. Después de buscarlo por toda la casa, fue a visitar a Faustino. El vecino le contó muy triste que su caballo se había perdido. Faustino le dijo: No lo busques más, vi cuando los murciélagos se lo llevaron.

El vecino sorprendido le dijo: ¿Cómo que se lo llevaron los murciélagos? ¡Eso es imposible! Faustino le contestó: También es imposible que los ratones se comieran mi oro.

El vecino sintió mucha vergüenza y le contó a Faustino que se había gastado el oro. Lo había usado para comprar su caballo. Además, que el resto del oro lo guardaba en su casa. El vecino devolvió el oro y pudo recuperar a su caballo.
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