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En Cabricán, en el mes de marzo, se celebra la feria titular. El cuarto viernes de cuaresma, mucha, pero mucha gente de diferentes pueblos llega a encender candelas y a dejar su diezmo para pedirle algún milagro a la imagen que está en la iglesia del Calvario. Y es que esa imagen, cuentan los abuelos, ha mostrado su poder desde los inicios de la historia de Cabricán.

Así nos lo contaron nuestro papá y Don Andrés, su compadre de la aldea El Cerro, que nos vino a visitar.


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—Pues a mí me dijo el difunto Nolasco —empezó Don Andrés— que donde hoy está el Calvario, había un ciprés muy, muy alto y grueso. Al pie del tallo, había algo que tenía la forma de cabeza de una persona, no se sabe si era de piedra o de palo.


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—Bueno, siguió papá, lo cierto es que hace mucho tiempo, se juntaron varias personas mayores donde estaba el ciprés. El grupo era algo así como la cofradía de ahora. Dicen que se sintieron jalados por una fuerza rara que venía de esa imagen, y la adornaron con flores de colores y hojas de pinabete.


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—Al compás del tambor: tun, tun, tun y de la chirimía: ti… ti… ti…, la imagen fue llevada hacia lo que hoy es la aldea Chorjale —agregó Don Andrés—, porque querían que allí fuera el centro o la cabecera del municipio.

Mientras papá y su compadre conversaban, los niños escuchábamos con atención. Así es costumbre en nuestra comunidad, cuando los mayores hablan, debemos guardar silencio en señal de respeto.


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—Ahora viene algo extraño, dijo papá, a quien le gustan mucho las historias de misterio; y es que al amanecer, la imagen ya no estaba ahí. Nadie sabe cómo, había regresado al pié del ciprés.


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Lo mismo sucedió varias veces. La imagen era trasladada por las gentes del lugar, pero siempre, durante la noche, la imagen se regresaba.

Nadie sabe quién la llevaba, todo eso era muy misterioso.


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—Y es más, siguió Don Andrés, cuentan que un alcalde ordenó a los auxiliares: “corten ese ciprés con todo y raíz”.

Después de eso el alcalde se enfermó.

Llamaron a los ajq’ij, los guías espirituales de la comunidad, que dijeron que era un castigo de la imagen.


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—Pero la imagen también ayuda a la gente, dijo papá. Con sus misterios y sus milagros escogió este lugar como el centro de Cabricán.


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—Desde ahí esa imagen cura y ayuda a la gente.

Con el sonido del tambor: tun, tun, tun, y el de la chirimía: ti… ti… ti…, al fondo de la conversación de los compadres escuchábamos el paso de la cofradía