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|texto=Lupita es una niña pequeña, tiene diez años. Ella vive en Joyabaj y le gustan mucho los árboles. Ella disfruta mucho el camino de su casa a la escuela donde hay un bosque espectacular. En su recorrido siente la suavidad de las hojas que los árboles han dejado para alfombrar su paso. Las ardillas corren de una rama a otra como jugando con ella al escondite. Mientras tanto, los pájaros amenizan su caminar con dulces y amables cantos.
 
|texto=Lupita es una niña pequeña, tiene diez años. Ella vive en Joyabaj y le gustan mucho los árboles. Ella disfruta mucho el camino de su casa a la escuela donde hay un bosque espectacular. En su recorrido siente la suavidad de las hojas que los árboles han dejado para alfombrar su paso. Las ardillas corren de una rama a otra como jugando con ella al escondite. Mientras tanto, los pájaros amenizan su caminar con dulces y amables cantos.
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Un día pasó algo muy triste y doloroso. Ella caminaba, como siempre, de su casa a la escuela. Cuando notó algo diferente: el dulce canto de los pájaros fue sustituido por el ruido ensordecedor de muchas máquinas al cortar los árboles. De pronto, vio que uno a uno caían los árboles como heridos por un arma letal. Al mismo tiempo, vio como muchos animales que vivían en ese bosque huían asustados. Vio correr ardillas y conejos. Vio volar pájaros con sus indefensos pichoncitos buscando un refugio Lupita con desesperación. ¡Qué ganas de llorar sintió en ese momento! Al llegar a la escuela muy asustada y triste, le contó a la maestra lo que había visto. Luego, pensó: ¡Qué bueno sería tener un final feliz para esta historia!  
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Un día pasó algo muy triste y doloroso. Ella caminaba, como siempre, de su casa a la escuela. Cuando notó algo diferente: el dulce canto de los pájaros fue sustituido por el ruido ensordecedor de muchas máquinas al cortar los árboles. De pronto, vio que uno a uno caían los árboles como heridos por un arma letal. Al mismo tiempo, vio cómo muchos animales que vivían en ese bosque huían asustados. Vio correr ardillas y conejos. Vio volar pájaros con sus indefensos pichoncitos buscando un refugio Lupita con desesperación. ¡Qué ganas de llorar sintió en ese momento! Al llegar a la escuela muy asustada y triste, le contó a la maestra lo que había visto. Luego, pensó: ¡Qué bueno sería tener un final feliz para esta historia!  
 
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