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<div style="background-color:#9d8d85; padding:15px; border-radius:3px; clear:both; color:#ffffff;"><big>'''Los estudiantes deben ser corregidos para que mejoren su exactitud y comprensión.'''</big></div>
 
<div style="background-color:#9d8d85; padding:15px; border-radius:3px; clear:both; color:#ffffff;"><big>'''Los estudiantes deben ser corregidos para que mejoren su exactitud y comprensión.'''</big></div>
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Al preguntarles, los estudiantes reportan que quieren ser corregidos. Sin embargo, la investigación indica que la sobrecorrección del trabajo oral o escrito por el profesor desalienta a los estudiantes de hablar o escribir. Obviamente es contraproducente corregir a los estudiantes hasta el punto que los haga permanecer en silencio. Lo mismo ocurre con devolver el trabajo escrito a los estudiantes con tantas correcciones que creen que nunca superarán sus errores. La investigación basada en la observación en el aula muestra que los maestros usan una serie de estrategias para la corrección de errores. Esto varía desde las correcciones directas –como señalar lo que está mal– hasta medios más indirectos –como repetir la frase correctamente o pedir a los estudiantes que expliquen la regla aplicada–. Los estudios indican que los profesores prefieren decir de nuevo y correctamente lo que el estudiante ha dicho. Sin embargo, aunque esta parece ser una forma muy cortés de corrección, los estudiantes tienden a ignorarla. Se enfocan en el significado y tratan la expresión del maestro como mera participación en la conversación. Para tener más impacto, los maestros deben pedir aclaraciones (“Lo siento. No entendí eso. ¿Qué quieres decir?). Así será más probable que los estudiantes incorporen las correcciones en su discurso. Los errores en la comprensión son obviamente mucho más difíciles de reconocer y la investigación indica que los maestros a menudo no pueden “ver” estos errores en absoluto, o los descartan como faltas de iniciativa por parte de los estudiantes lectores.
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Al preguntarles, los estudiantes reportan que quieren ser corregidos. Sin embargo, la investigación indica que la sobrecorrección del trabajo oral o escrito por el profesor desalienta a los estudiantes de hablar o escribir. Obviamente es contraproducente corregir a los estudiantes hasta el punto que los haga permanecer en silencio. Lo mismo ocurre con devolver el trabajo escrito a los estudiantes con tantas correcciones que creen que nunca superarán sus errores. La investigación basada en la observación en el aula muestra que los maestros usan una serie de estrategias para la corrección de errores. Esto varía desde las correcciones directas –como señalar lo que está mal– hasta medios más indirectos –como repetir la frase correctamente o pedir a los estudiantes que expliquen la regla aplicada–. Los estudios indican que los profesores prefieren decir de nuevo y correctamente lo que el estudiante ha dicho. Sin embargo, aunque esta parece ser una forma muy cortés de corrección, los estudiantes tienden a ignorarla. Se enfocan en el significado y tratan la expresión del maestro como mera participación en la conversación. Para tener más impacto, los maestros deben pedir aclaraciones («Lo siento. No entendí eso. ¿Qué quieres decir?»). Así será más probable que los estudiantes incorporen las correcciones en su discurso. Los errores en la comprensión son obviamente mucho más difíciles de reconocer y la investigación indica que los maestros a menudo no pueden “ver” estos errores en absoluto, o los descartan como faltas de iniciativa por parte de los estudiantes lectores.
    
La corrección de errores siempre debe ser positiva, pero enfocada. Los estudiantes deben ser capaces de entender cuáles son sus errores y cómo corregirlos en el contexto de lo que ya hacen correctamente. Los estudiantes pueden aceptar fácilmente: «No. Recuerda que hay una -s final en los verbos de la segunda persona del singular. Se dice “tú corres”. Si pudieras arreglar eso, tu historia sería mucho más clara». Es mucho más desagradable escuchar «¿Cuándo vas a recordar que hay una -s final en la segunda persona del singular?» y se hace fácil dejar de intentar mejorar.
 
La corrección de errores siempre debe ser positiva, pero enfocada. Los estudiantes deben ser capaces de entender cuáles son sus errores y cómo corregirlos en el contexto de lo que ya hacen correctamente. Los estudiantes pueden aceptar fácilmente: «No. Recuerda que hay una -s final en los verbos de la segunda persona del singular. Se dice “tú corres”. Si pudieras arreglar eso, tu historia sería mucho más clara». Es mucho más desagradable escuchar «¿Cuándo vas a recordar que hay una -s final en la segunda persona del singular?» y se hace fácil dejar de intentar mejorar.

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