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*Son más desinhibidos/as en la forma de iniciar y llevar a cabo la exploración del cuerpo, los que tienen más dificultades para integrar racionalmente la información que se les entrega, presentan rasgos más exacerbados y con dificultades para establecer límites respecto de los lugares y oportunidades en que cabe realizar estas indagaciones.
*Experimentan con mucha ‘normalidad’ la aparición y maduración del interés sexual.
*Funcionan desde la espontaneidad, el juego y la realización, pero no son capaces de discriminar conductas riesgosas a trasgresoras de su intimidad o la de otros u otras.
*La dificultad para poner límites los vuelve vulnerables, tanto entre pares como potencialmente respecto de otros u otras, que puedan vincularse con su cuerpo.
*Su capacidad de comunicar intereses, determinar expectativas y configurar identidades singulares respecto de sí y de los otros y otras, está fuertemente influida por el tipo y grado de discapacidad.
*La necesidad de tener experiencias sociales -basadas en vínculos significativos afectivos y sexuales-, no se extingue debido a la discapacidad. Por el contrario, la posibilidad de construir vínculos singulares y la incorporación del concepto del otro para definir la propia identidad, se vuelven elementos cruciales para lograr su integración al medio.

La diversidad y la heterogeneidad de los niños, niñas y jóvenes con discapacidad intelectual no deben ser vistas solo en función de qué tan limitados están para organizar expectativas y necesidades, comunicarlas de manera coherente y determinar cursos razonables de acción.

Para llegar a interrogarse acerca de la educación sexual de las personas con discapacidad intelectual, ha pasado mucho tiempo y profundas transformaciones en las prácticas y formas de aproximarse no sólo a la discapacidad sino también a la sexualidad humana. Las personas con discapacidad intelectual, como cualquier otra persona, tienen necesidades afectivas, sociales y sexuales que se deben integrar lo más armónicamente posible para realizarse como hombre o mujer. Para que esto suceda requieren ser acompañados/as por educadores que les faciliten el proceso de descubrir y comprender su cuerpo sexuado y construir su identidad de hombre o mujer, así como conocer y ejercer sus posibilidades de relación, de placer, de comunicación con otras personas, semejantes o diversas, de una manera positiva y constructiva.

Sus posibilidades educativas y de desarrollo en este ámbito son variadas y dependerán en gran parte del grado de discapacidad e intensidad de apoyos que cada estudiante requiera de su en torno socio-familiar, pero también, y de manera importante, de la capacidad que tenga la escuela para realizar con la familia un proceso de enseñanza conjunto y para ajustar su respuesta educativa a las necesidades educativas especiales de los estudiantes. (Solís, 2006, p. 26)
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