Consistencia curricular
Resultados de investigación[editar | editar código]
La investigación indica que a menudo los diseñadores de las políticas educativas, los editores de libros de texto y los maestros se preocupan tanto por la cobertura del contenido o por las actividades de aprendizaje que pierden de vista los propósitos y objetivos principales que guían la planeación curricular. Tradicionalmente, los maestros al planear su clase se concentran en el contenido que pretenden cubrir y en los pasos involucrados en las actividades que sus alumnos realizarán, sin pensar demasiado en las metas o resultados esperados de la instrucción. Los editores de libros de texto, en respuesta a la presión de grupos con intereses particulares, tienden a extender la cobertura de ciertos temas y descuidan la calidad del contenido; en consecuencia, muchos temas no son tratados a profundidad; a menudo la exposición del contenido carece de coherencia y está desorganizada debido a las inserciones posteriores; las habilidades, en lugar de estar integradas, se separan del contenido y, en general, ni los textos de los estudiantes ni las preguntas y actividades sugeridas en los manuales del profesor se hallan estructurados alrededor de las ideas y conceptos clave vinculados a los objetivos.
Probablemente se pida a los estudiantes educados con tales textos que memoricen hechos desconectados entre sí o que practiquen de manera aislada habilidades menores, en lugar de aprender redes coherentes de contenidos interconectados y estructurados alrededor de ideas integradoras. Estos problemas frecuentemente se exacerban por la imposición externa de programas de evaluación que enfatizan el reconocimiento aislado de datos o la ejecución, también aislada, de habilidades. Tales problemas pueden disminuirse mediante el desarrollo de un currículo orientado al cumplimiento de objetivos, cuya planeación se guíe por los propósitos y metas generales de la enseñanza y no por la presión para cubrir el contenido o por los reactivos de una prueba.
En el aula[editar | editar código]
El currículo no es un fin en sí mismo, es un medio que ayuda a los estudiantes a aprender lo que se considera esencial en su preparación para desempeñar su función como adulto en la sociedad y desarrollar su potencial como individuo. Sus objetivos son los resultados de aprendizaje: conocimientos, habilidades, actitudes, valores y disposiciones a la acción que la sociedad desea desarrollar en sus ciudadanos. Las metas son la razón de la existencia del currículo, así que las creencias acerca de lo que se necesita para alcanzarlas deberían guiar cada paso en la planeación del currículo y su puesta en práctica. Es más probable alcanzar las metas cuando los componentes del currículo (grupos de contenidos, métodos de instrucción, actividades de aprendizaje y herramientas de evaluación) son seleccionados con el convencimiento de que son necesarios como medios para a alcanzar objetivos y propósitos más amplios.
Lo anterior requiere de una planeación curricular que incluya el desarrollo de capacidades que los estudiantes puedan emplear en sus vidas dentro y fuera de la escuela, ahora y en lo futuro. A este respecto es importante poner énfasis en los objetivos relacionados con la comprensión, valoración y aplicación en la vida. Comprensión significa que los estudiantes aprendan tanto los elementos individuales de una red de contenidos entrelazados como las conexiones entre ellos, de manera que puedan explicar el contenido con sus propias palabras y vincularlo con su conocimiento previo. Entendemos por valoración que los estudiantes aprecien lo que están aprendiendo, porque entienden que existen buenas razones para hacerlo. Aplicación en la vida supone que los estudiantes retengan lo aprendido de manera que les sea útil cuando lo necesiten en cualquier contexto.
Teniendo en cuenta estos propósitos, es más probable que el contenido desarrollado sea retenido como un aprendizaje significativo, que guarda coherencia interna, está solidamente vinculado con otros conocimientos significativos y es susceptible de aplicarse. Esto puede ocurrir cuando el conocimiento en sí mimo está estructurado alrededor de ideas organizadoras y el desarrollo del contenido, a través de las lecciones en el aula y las actividades de aprendizaje, se centra en estas ideas y en sus relaciones.
Referencias[editar | editar código]
Beck, I.; McKeown, M. (1988). «Toward meaningful accounts in history texts for young learners». Educational researcher (Washington, DC), vol. 17, núm. 6, p. 31-39.
Clark, C.; Peterson, P. (1986). «Teachers’ thought processes». En Wittrock, M.C., ed. Handbook of research on teaching, 3a. ed., p. 225-296. New York, MacMillan.
Wang, M.; Haertel, G.; Walberg, H. (1993). «Toward a knowledge base for school learning». Review of educational research (Washington, DC), vol. 63, p. 249-294.
Conjunto de experiencias, planificadas o no, que tienen lugar en los centros educativos como posibilidad de aprendizaje del alumnado. Una perspectiva tradicional acentúa el carácter de plan (con elementos como objetivos, contenidos, metodología y evaluación), frente a un enfoque práctico que destaca las experiencias vividas en el proceso educativo.
Indicadores de éxito de un plan escrito en forma específica.
“Propiedad del texto que selecciona la información y organiza la estructura comunicativa de una manera determinada”. (Cassany, D. (1999). Construir la escritura. Barcelona: Paidós. pág. 30)