Expectativas y supervisión de la familia

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Los padres establecen normas para sus hijos, y estas normas determinan lo que los niños consideran importante

Resultados de la investigación[editar | editar código]

Los estudios revelan que los niños mejoran en la escuela cuando sus padres establecen estándares académicos altos pero realistas para ellos. Los padres de estudiantes buenos también ponen importancia en la interacción verbal, cuestionan a sus hijos para estimular el pensamiento y la expresión, los desafían a usar palabras nuevas y esperan que hablen con precisión. Las familias con altas expectativas para el desempeño escolar de sus hijos también proporcionan orientación y apoyo consistentes para la escolarización. Son conscientes del progreso de sus hijos y se interesan en la ruta académica que trazan sus hijos. Los investigadores encuentran que una ética de trabajo fuerte contribuye al éxito en la escuela. También es importante una actitud familiar que subraya que los logros resultan del esfuerzo en lugar de la capacidad innata o de "manipular al sistema". Además, los niños se benefician cuando sus padres están atentos a su paradero, conocen a sus amigos, supervisan su televisión y mantienen contacto con sus maestros.

Aplicación[editar | editar código]

Se pueden emplear varios ejercicios para ayudar a los padres a entender los estándares y ejemplos que están estableciendo para sus hijos. Un ejercicio es simplemente esbozar un programa semanal típico de las actividades del niño más allá del día escolar. ¿Cuándo suele estudiar el niño? ¿Cuándo lee? ¿Cuándo juega con amigos? ¿Cuándo ve televisión? Examinar el programa da una pista de la prioridad relativa que la familia está dando a cada actividad.

Los padres a menudo buscan guías en los maestros. La expectativa de que los niños pasen una cantidad mínima de tiempo estudiando y leyendo cada día (tal vez diez minutos adicionales por cada grado es una de tales guías). Los peligros de la televisión pueden ser exagerados, pero cuando los niños ven televisión más de noventa minutos al día, el rendimiento escolar cae. En algún momento, la cantidad de tiempo que se le da a la televisión se está robando de una actividad más productiva, como leer o estudiar.

A veces es necesario recordar a los padres que los niños se benefician de diversas actividades, incluyendo actividades recreativas y sociales, y que el trabajo escolar no necesita reemplazar estas actividades. Sin embargo, el estudio y la lectura deben ser lo primero. Los padres pueden ayudar a sus hijos a desarrollar su propio horario cada semana, lo que les permite reservar tiempo para divertirse si primero han asignado tiempo suficiente para el estudio.

Quizás el desafío más difícil para un padre es saber cuándo un niño está poniendo su mejor esfuerzo. Establecer expectativas altas pero realistas es más fácil de decir que hacer. Cuando se trata de trabajo escolar, sin embargo, un buen enfoque es considerar los hábitos de estudio del niño y la actitud hacia la escuela en lugar de centrarse únicamente en los punteos del niño. Esto no quiere decir que los punteos no sean importantes, pero los punteos pueden ser engañosos. Algunos niños logran puntuaciones razonablemente altas con poco esfuerzo y no consiguen desarrollar buenos hábitos de estudio como consecuencia. Otros niños trabajan duro pero nunca alcanzan las calificaciones más altas; pueden estar haciendo todo lo posible y su dedicación a su aprendizaje merece elogios. Comparar entre hermanos es una trampa especialmente para los padres.

Una regla simple para los padres es que siempre sepan dónde están sus hijos, qué están haciendo y con quién están. Estar seguro de conocer a los amigos de sus hijos y saber los nombres y direcciones de los padres de los amigos es un buen requisito para permitir que un niño pase tiempo con un compañero. La comunicación regular con los maestros de sus hijos es igualmente importante.

Referencias[editar | editar código]

  1. Bradley, R.; Caldwell, B.M.; Elardo, R. 1977. Home environment, social status, and mental test performance. Journal of educational psychology (Washington, DC), vol. 69, p. 697–701.
  2. Crown.Gordon, I.J., et al. 1979. How has follow through promoted parent involve- ment? Young children (Washington, DC), vol. 34, p. 49–53.
  3. Hess, R.D.; Shipman, V.C. 1965. Early experience and the socialization of cognitive modes in children. Child development (Chicago, IL), vol. 36, p. 869–86.
  4. Keeves, J.P. 1975. The home, the school, and achievement in mathematics and science. Science education (London), vol. 59, p. 439–60.
  5. Stevenson, H.W. 1990. Contexts of achievement: a study of American, Chinese, and Japanese children. Monographs of the Society for Research in Child Development (Malden, MA), vol. 55, no. 1–2, p. 1–116.

Las “promesas” que los miembros de un equipo hacen uno al otro sobre su comportamiento.

Término utilizado, a menudo, como un saber hacer. Se suele aceptar que, por orden creciente, en primer lugar estaría la habilidad, en segundo lugar la capacidad, y la competencia se situaría a un nivel superior e integrador. Capacidad es, en principio, la aptitud para hacer algo. Todo un conjunto de verbos en infinitivo expresan capacidades (analizar, comparar, clasificar, etc.), que se manifiestan a través de determinados contenidos (analizar algo, comparar cosas, clasificar objetos, etc.). Por eso son, en gran medida, transversales, susceptibles de ser empleadas con distintos contenidos. Una competencia moviliza diferentes capacidades y diferentes contenidos en una situación. La competencia es una capacidad compleja, distinta de un saber rutinario o de mera aplicación.