Introducción

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Los estudiantes de todas las edades pasan una buena parte de su tiempo en las aulas, realizando algún tipo de trabajo académico (por ejemplo, hojas de ejercicios, libros de ejercicios, proyectos científicos, ensayos, trabajos de investigación). En promedio, los estudiantes, desde escuela primaria hasta secundaria, pasan aproximadamente la mitad del tiempo en el aula de clases trabajando solos (“trabajo individual”) o en grupos (“trabajo en grupo”). Este estimado de tiempo no incluye el trabajo que realizan en casa (“deberes”). En las aulas de educación superior y universidades, esta cifra se reduce a un tercio del tiempo, y la mayor parte del trabajo en clase se realiza en grupos.

Puesto que la mayor parte de este trabajo es determinado por los profesores, cada pieza de trabajo a menudo se denomina trabajo asignado. Preferimos el término “tarea” porque el concepto de tarea le da un propósito al trabajo asignado. Es decir, TAREA = TRABAJO ASIGNADO + PROPÓSITO. Para los estudiantes, las tareas proporcionan la respuesta a la pregunta frecuente, “¿Por qué estoy realizando este trabajo?” Supongamos, por ejemplo, que los estudiantes reciben un diagrama del sistema muscular de los seres humanos y se les indica que escriban el nombre de cada músculo. ¿Cuál es el propósito de este trabajo asignado? ¿Es aprobar algún examen externo? ¿Es prepararse para una pasantía en el consultorio de un ortopedista? ¿O es por algún otro propósito? Si bien solo hay un trabajo asignado, existen múltiples propósitos (y, por lo tanto, múltiples tareas).

Además de las diferencias en términos del propósito, las tareas difieren en cuanto a su entorno, asignatura, alcance, forma y complejidad. El entorno se refiere tanto al entorno físico (por ejemplo, aulas, pasillos, laboratorios, hogares, centros comunitarios, campos al aire libre) como al entorno social (por ejemplo, individuos, grupos pequeños, competitivo, cooperativo). La asignatura es el contenido o disciplina académica de la cual forma parte la tarea (por ejemplo, artes del lenguaje, ciencia, artes visuales, oficios e industrias, multidisciplinar). El alcance se refiere a la cantidad de tiempo necesario para completarla (por ejemplo, media hora, tres semanas, un semestre). La forma es la manera en la que se presenta a los estudiantes, así como la manera en la que los estudiantes deben responder (por ejemplo, una hoja de ejercicios con diez pares de palabras e imágenes que se deben conectar, un ensayo que se debe escribir comparando dos formas diferentes de gobierno). Por último, la complejidad se refiere a qué tan complicada es de entender y/o realizar la tarea. Por ejemplo, las tareas procedimentales (es decir, las tareas que se pueden completar siguiendo una secuencia prescrita de pasos) son menos complejas que las tareas creativas (es decir, las tareas que requieren que la persona que las realice invente una manera de realizarlas o completarlas).

Todas las tareas se pueden analizar en términos de estas seis dimensiones: propósito, entorno, asignatura, alcance y complejidad. Supongamos, por ejemplo, que se les da un conjunto de problemas a los estudiantes con el propósito de ver si pueden aplicar el conocimiento científico para resolver seis problemas prácticos. Cada problema del conjunto se puede considerar una tarea independiente. Se espera que los estudiantes completen las seis tareas trabajando en grupos de tres, sentados alrededor de una mesa (entorno). Las seis tareas requieren de la aplicación de conocimiento científico (asignatura) y se presentan en la forma de preguntas abiertas. Puesto que son problemas desconocidos sin soluciones prefabricadas, la complejidad es razonablemente alta. Por último, se les dice a los estudiantes que tienen 45 minutos para completar el trabajo asignado (alcance).

Puesto que las tareas son tan frecuentes en todos los niveles escolares, a menudo se pasan por alto como un área de enfoque a la hora enumerar las características de los docentes efectivos o las “mejores prácticas de enseñanza”. En listados bastante completos, preparados por investigadores y profesionales de la educación, casi nunca aparecen las palabras “trabajo”, “asignado” o “tarea”. El propósito de este folleto, entonces, es describir el rol central que desempeñan las tareas (o, quizás, más exactamente, el rol central que deberían desempeñar) en el aprendizaje escolar, en particular en esfuerzos por mejorar la calidad de la educación para niños y jóvenes desfavorecidos económicamente. En este folleto ofrecemos un conjunto de ocho principios que, si se aplican de manera correcta, permiten a los docentes (1) entender con mayor profundidad las tareas que emplean, (2) generar mayor conciencia sobre las razones por las que se emplean las tareas, y (3) diseñar, seleccionar y usar las tareas de manera más efectiva con niños y jóvenes desfavorecidos económicamente.

Lecturas sugeridas[editar | editar código]

Doyle, W. y Carter, K. (1984). Academic tasks in classrooms. Curriculum Inquiry, 14, 129-149.

Hunt, B. C. (2009). Teacher effectiveness: A review of international literature and its relevance for improving education in Latin America. Washington, DC: PREAL.

MacGregor, R. R. (2007). The essential practice of high quality teaching and learning. Bellevue, W A: Center for Educational Effectiveness.

National Survey of Student Engagement. (2013). A fresh look at student engagement—Annual results 2013. Bloomington, IN: Indiana University Center for Postsecondary Research.

Shernoff, D. J., Csikszentmihalyi, M., Schneider, B., y Shernoff, E. S. (2003). Student engagement in high school classrooms from the perspective of flow theory. School Psychology Quarterly, 18, 158- 176.

Conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente (DRAE). Facultad que sirve para establecer comunicación en un entorno social, se le considera como un instrumento del pensamiento para representar, categorizar y comprender la realidad, regular la conducta propia y de alguna manera, influir en los demás.